lunes, 16 de diciembre de 2013

EL HOMBRE TRANQUILO


Año de producción: 1952
País: EEUU
Dirección: John Ford
Intérpretes: John Wayne, Maureen O`Hara, Barry Fitzgerald, Ward Bond, Victor Mc Lagen, Mildred Natwick, Francis Ford, Eileen Crowe
Guión: Frank S. Nugent
Música: Víctor Young
Fotografía: Winton C. Hoch

La película cuenta el regreso a tierras irlandesas del ex boxeador Sean Thornton, que desea dejar detrás su traumático pasado en Estados Unidos, y establecerse así en Inisfree, el lugar de los orígenes familiares, para vivir en paz. Enseguida se enamora de Mary Kate Danaher, con quien quiere casarse, pero las diferencias con su hermano Will por cuestiones de tierras parecen abocar al fracaso las posibilidades que tal matrimonio se celebre algún día.

Esta espléndida película nos recuerda algo elemental en un matrimonio: que un hombre no es una mujer ni una mujer es un hombre. En este sentido, el film es una mina de ideas sobre la feminidad y la masculinidad. Pero estas diferencias entre el hombre y la mujer (biológicas, anímicas, sicológicas, de comunicación), pueden unir, más que separar, al  hombre y a la mujer. Obligan a uno y al otro a salir de sí mismos, a ponerse en la piel del otro cónyuge, a interesarse por él o por ella y por sus  cosas. A la vez estas diferencias enriquecen, porque ayudan a los dos a adquirir nuevas perspectivas y visión más amplia de las cosas.

Es una película que habla también de la necesidad de la renuncia y de la comprensión. Sean Thornton llegará a comprender la necesidad de su mujer de tener su ajuar y su dote, y ella, una vez conseguido el dinero, por el que tanto ha suspirado, no vacilará en echarlo al fuego.

lunes, 9 de diciembre de 2013

ANNA KARENINA

Año: 2012
País: EEUU, Reino Unido
Dirección: Joe Wright
Intérpretes: Keira Knightley, Jude Law, Kelly Macdonald

Rusia avanzado el siglo XIX. Anna Karenina está casada con un ministro del emperador y tiene un niño. Parece el ejemplo perfecto de esposa, que hasta logra el perdón de su cuñada Dolly para Oblonsky, un hermano demasiado aficionado a las infidelidades conyugales. Pero su existencia sin tacha se ve puesta a prueba cuando conoce al hijo de una condesa, Vronsky, pues en vez de favorecer su relación con Kitty se ve sumergida en una relación con él.

Ni de lejos logra esta película entrar en el alma de la obra de Tolstoi del mismo nombre. No se pueden discutir sus méritos artísticos, pero sí su incapacidad para entrar en los grandes dilemas morales que se plantean sus protagonistas.

Subyace en la obra literaria la santidad del matrimonio, el carácter sagrado de los compromisos matrimoniales. Anna Karenina se enamora profundamente de Vronsky, pero sucumbe al remordimiento que sufre por haberlos incumplido y, en menor medida, por el rechazo de la sociedad y la dificultad que tiene de poder ver a su hijo.

Vronsky es el auténtico canalla. Se ha enamorado de Anna, la persigue, no le importa destrozar su matrimonio (y hacer sufrir a su marido-por muy antipático que sea- y a su hijo) y, por fin, cuando la consigue, se aburre de ella. Sus apetitos-son palabras de la propia película-han destrozado tres vidas:  la de Ana, la de su marido y la de su hijo. Son daños colaterales, diríamos nosotros, que, en la conducta de Vronsky, no tienen importancia.

martes, 3 de diciembre de 2013

EL MISMO AMOR, LA MISMA LLUVIA


Año de producción: 1999
Dirección:  Juan Jose Campanella
Intérpretes: Ricardo Darín, Eduardo Blanco, Soledad Villamil, Ulises Dumont, Graciela Tenenbaum, Alfonso de Grazia
Guión: Juan José Campanella
Música: Emilio Kauderer
Fotografía: Daniel Shulman

Cuenta la película la historia amorosa  de Laura y Jorge a lo largo de dos décadas, con el telón de fondo de la historia reciente de Argentina y sus avatares políticos. Los dos llegan a vivir juntos, pero él tiene miedo a comprometerse, porque ello significaría perder su libertad. Y eso que ella incluso le pide que se case con él. Al cabo de los años, él se da cuenta que ha  fracasado por no haber sabido aceptar el compromiso.

Aparece como telón de fondo que el matrimonio es incompatible con el amor. No es más que una mera oficialidad, unos convencionalismos, algo que coarta y asfixia la libertad. Pero el matrimonio es la consumación del amor. Implica poner todo lo propio en manos del otro y de manera irrevocable. El que se entrega no quiere reservarse nada, ni ahora ni en el futuro. No hay merma de la libertad: libremente se acepta el compromiso, que es la mejor salvaguardia que esa donación de sí mismo se mantendrá en el futuro. Con el compromiso, los dos cónyuges se comprometen a mantener y aumentar su amor. Amor que tendrá manifestaciones distintas al comienzo del matrimonio o al cabo de cincuenta años, que tendrá que apechugar con las diversas vicisitudes que suceden a las personas en su historia  personal.

Otra idea que está en el fondo de este miedo a comprometerse es que es imposible el compromiso irrevocable. Es importante tener siempre en cuenta que, en cualquier matrimonio, Dios empeña su palabra para sacarlo adelante. Puede ser duro vivir el compromiso matrimonial en circunstancias determinadas, pero la propia lealtad a la palabra dada es también una buena garantía de que el matrimonio saldrá adelante. Por otro lado, es signo de inmadurez pensar que en la vida todo va a ser bonito. Tampoco el matrimonio. El compromiso conyugal implica también la aceptación de los momentos malos.

lunes, 25 de noviembre de 2013

SUBMARINE

Año: 2010
País: Reino Unido, EEUU
Dirección: Richard Ayoade
Intérpretes: Noah Taylor, Paddy Considine, Craig Roberts, Yasmin Paige, Sally Hawkins, Darren Evans, Elinor Crawley
Argumento: Joe Dunthome (novela)
Guión: Richard Ayoade
Música: Andrew Hewitt
Fotografía: Erik Wilson
 
Oliver Tate es un chico de 15 años, de gran imaginación y pocos amigos. Se siente atraído por una compañera de clase, Jordana, que en su desparpajo no parece sentir nada por él. Además, los padres de Oliver, Lloyd y Jill, llevan tiempo distenciados, de modo que la convivencia familiar se hace cada vez más extraña y Oliver teme que su madre acabe abandonándolos por un antiguo amor del instituto.
 
Película curiosa, con personajes raritos, pero a la vez llena de humor y optimista. Detrás de su apariencia "indie" nos cuenta una historia de amor adolescente y el intento decidido del protagonista de unir a sus padres a punto de separarse, matrimonio lleno de  rutina y con terceros por medio.
 
Frente a cierta actitud pasiva del padre contemplando el enamoramiento de su mujer, Oliver no está dispuesto a que sus padres rompan su relación. No le importará hacer el ridículo y lo que haga falta. Aunque sus padres no colaboren. Pero consigue que reflexionen y que maduren.
 
Es interesante la pregunta que, en un momento determinado, hace Oliver a su padre: ¿En caso de incendio a quien salvarías primero?. ¿A mama o a mi?. El padre contesta: primero a tu madre y luego, formando un equipo, te salvaríamos a ti.  Respuesta correcta frente a la más común: primero a los hijos y luego al marido o a la mujer.

martes, 19 de noviembre de 2013

EL NIÑO DE LA BICICLETA


Año: 2011
País: Bélgica
Dirección: Jean Pierre Dardenne, Luc Dardenne
Intérpretes: Cécile de France, Thomas Doret, Jérémie Renier
Guión: Jean- Pierre Dardenne, Luc Dardenne

Cyril, un niño de 12 años, cuyo padre le ha dejado en un centro de acogida (no sabemos que ha sido de la madre), es acogido los fines de semana por Samantha.

La ausencia del padre, que le rechaza, provoca en el niño una auténtica situación de desesperación. Incluso intenta autolesionarse en un momento determinado de la película en que su padre le dice que no quiere saber nada con él. Necesita el cariño y el afecto de su padre y éstos le son negados con absoluta crueldad y egoísmo por el padre, que intenta rehacer su vida con una mujer, y para quien el niño es un estorbo. Solo Samantha, que le acogerá, será capaz de darle un amor maternal que le podrá serenar.

Es fácil pensar hasta que punto un niño/a necesita la presencia de sus padres, presencia que se rompe en un divorcio, aunque haya visitas o incluso custodia compartida. El niño o la niña necesitan al cien por cien el amor de sus padres. Un divorcio en que el padre rechace al hijo dará lugar a la misma situación que se plantea en la película. O incluso en el caso que no haya este rechazo-el padre ve al hijo periódicamente-siempre dará lugar, en el hijo, a una sensación de vacío interior: el hijo necesita el cariño de sus padres juntos, no el de ambos por separado.

Es fuerte la actitud del padre en la película: no quiere saber nada de su hijo porque le estorba para iniciar otra relación. Y sin embargo, ello es muy actual hoy, quizás más en los varones que en las mujeres. Muchos ya no quieren saber gran cosa de sus hijos: les molestan. No importa que sus hijos puedan sufrir: eso no cuenta. No es fácil entender una aparente felicidad que se fundamenta en el olvido de los hijos que se tuvo en una relación anterior.

Han cambiado las cosas: antes, muchos matrimonios no se separaban por no hacer sufrir a sus hijos. A su propio bienestar, anteponían la felicidad de sus hijos. Hoy, es al revés. No importa hacer sufrir a los hijos. Son, digamos así, daños colaterales.

lunes, 11 de noviembre de 2013

AMOR Y LETRAS

Año: 2012
País: EEUU
Dirección: Josh Radnor
Intérpretes: Josh Radnor, Elizabeth Olsen, Richard Jenkins

Jesse Fisher trabaja en el departamento de admisión de alumnos de una universidad neoyorquina. No es la ocupación con la que había soñado, y sus mejores amigos siguen siendo los libros, con cuya lectura disfruta sobremanera. Un día le llama Peter Hoberg, profesor de su antigua universidad, pidiéndole que acuda al homenaje que le van a brindar con motivo de su jubilación. Acepta encantado pues era uno de sus profesores favoritos. Y durante su estancia conoce a Zibby, una joven estudiante, madura para sus 19 años, con la que establece una conexión especial, que continuará a través de una relación epistolar.

¿Se pueden salvar los 16 años que les separan y convertir aquello en amor, se nos dice en la película?. No es un problema de 16 años, sino de madurez emocional. ¿Está él en la misma sintonía que ella?. ¿Es capaz ella de estar en la misma sintonía que él?. En David Copperfield, una de las mejores obras de Dickens, una de las protagonistas secundarias, que se ha casado con un hombre mucho mayor que ella, dice que "no puede haber en el matrimonio disparidad que iguale a la discrepancia en manera de pensar y en miras". Entre ellos dos no hay esa discrepancia y por eso su matrimonio es feliz.

En cambio, en el matrimonio entre David Copperfield y Dora Spenlow, de edades parecidas, la discrepancia en manera de pensar y en miras, como dice Annie, la protagonista de la novela de la que hablamos, es total y el matrimonio va hacia el fracaso. ¿Están enamorados David y Dora?. Si, pero aquello no puede seguir adelnate.

Jessie y Zibby parece que se enamoran, pero están en ondas totalmente diferentes. Jesse se da cuenta y decide, prudentemente, romper.

Personalmente, me ha encantado la conversación final entre Jesse y la bibliotecaria, de la que termina enamorándose y que es de su edad, cunado ésta afirma  ¡qué maravilla es envejecer juntos!. Habrá obstáculos, rutinas, aburrimientos, pero el amor es más fuerte que todo ello.

lunes, 4 de noviembre de 2013

EL VELO PINTADO


Año: 2006
Dirección: John Curran
Intérpretes: Edward Norton, Naomi Watts, Liev Schreiber, Catherine An, Diana Rigg, Toby Jones.
Guión: Ron Nyswaner
Música: Alexander Desplat
Fotografía: Stuart Dryburgh

Inglaterra, hacia 1920. Kitt (Naomi Watts) es una mujer insatisfecha, presionada por un círculo familiar asfixiante para que se case pronto. El flechazo casi instantáneo que sufre el Dr. Walter Fane (Edward Norton) cuando la conoce en una fiesta, le empuja a pedirla en matrimonio. Los caracteres de ambos no pueden ser más distintos: ella es una niña mimada, nunca ha salido de su entorno, le gustan el baile y las relaciones sociales; él es un científico, bacteriólogo por más señas, concienzudo en su trabajo; es hombre tranquilo y de pocas palabras, se diría que la mayoría de las cosas que a otros importan a él le resbalan. Pese a tales diferencias, la boda se celebra, por el enamoramiento de él y los deseos de escapar de los lazos familiares de ella. Trasladados a China por la profesión de Walter, la relación empieza a deteriorarse rápidamente, hasta el punto que ella inicia una relación adúltera con Charlie Townsend, un hombre también casado y sin demasiados escrúpulos. Descubierta la infidelidad, Walter fuerza el traslado con ella a una zona recóndita del país, donde se ha desatado una mortal epidemia de cólera.

Es, pues, un matrimonio desdichado, en un lugar desdichado. Pero ahí surgirá la redención. Ella, sin nada que hacer durante todo el día, saldrá de su cascarón, viéndose afectado por el dolor que le toca palpar a su alrededor. De modo especial, toca su alma el trabajo de unas monjas francesas, que realizan abnegadamente su trabajo de cuidar enfermos y atender un orfanato.  De la madre superiora, Kitty aprenderá que es posible reparar las grietas de un matrimonio infeliz.

A lo largo de la película, se puede ver la evolución de la protagonista en la relación con su marido. 
Ella es, al principio, una mujer superficial, que no sabe ver quien es su marido. Y ello irá unido a la atracción física que le producirá Charlie Townsend. El cambio se producirá cuando empiece a trabajar con las monjas. Saldrá de si misma y la cruda realidad hace que la inquietud, el gran talento y afán de su marido por intentar cambiar el mundo brillen por sí mismos. Es entonces cuando empezó  a vislumbrar la luz a través del velo. Poco a poco le va conociendo y va admirando sus virtudes. Procura entonces acercarse a él, se interesa por sus proyectos, por su voluntad para salvar vidas, por al admirable labor que día tras día reafirmaba su calidad como persona. Se da cuenta de la pasión y la dedicación que siente por la causa en la que creía y de la valentía, que no conocía límites, con la que desempeñaba su trabajo. Ella comienza a sentir una profunda admiración por él y termina enamorándose. El, a su vez, la perdona. Se produce, entonces, un nuevo comienzo.

lunes, 21 de octubre de 2013

LA VIDA MANDA

Año: 1944
País: Reino Unido
Dirección: David Lean
Intérpretes: Robert Newton, Celia Johnson, John Mills, Kay Walsh, Stanley Holloway, Amy Veness, Alison Leggatt
Guión: Noel Coward, Anthony Havelock-Allan
Fotografía: Ronald Neame

Frank y Ethel Gibbons se trasladan a su nueva residencia en Londres. Allí, el matrimonio convive con sus tres hijos, la abuela y una tía. La película hace un retrato realista de la vida cotidiana de una familia típica inglesa, durante el período de entreguerras. La trama se centra en los sueños, logros y problemas de convivencia de los protagonistas. La crónica de las alegrías y dolores de esta familia londinense durante los veinte años que separan las dos guerras mundiales tiene indudables parentescos con otras elogiadas y premiadas producciones de la época, particularmente dos emblemáticas cintas de William Wyler, que ganaron el Oscar: "La señora Miniver" (1942) y "Los mejores años de nuestra vida" (1946).

La película es un entrañable retrato familiar que llega a emocionar, lleno de viñetas hogareñas sobre las cuales planea siempre la sombra del conflicto bélico, con dos personajes que brillan de forma especial, como son el matrimonio, pero que no deja de resaltar los personajes secundarios, como son la tía y la abuela, cuyas discusiones son particularmente divertidas.

Destaca el amor de los dos cónyuges, lleno de detalles de afecto, de sentirse muy unidos ante la desgracia (la muerte de uno de los hijos), pero incapaces de vivir el uno sin el otro, con un cariño que va creciendo con el paso de los años, que incluso no hace falta decirlo, porque es tan fuerte que se sobreentiende. En este sentido, tiene su gracia la escena final, cuando abandonan la casa y el marido le dice a ella que no le importa a donde vayan o dejen de ir, pero que lo único importante es estar juntos, a lo que ella responde, con una gran sonrisa:" ¡Bah!, no digas tonterías".

Pero la película nos muestra también el amor incondicional y lleno de perdón del hijo del vecino del matrimonio hacia una de las hijas, que huye con una persona casada, y que es abandonada por ésta. Pero él, ante su arrepentimeinto, no duda en perdonarla y en casarse con ella.


lunes, 14 de octubre de 2013

EN LA CIUDAD



1   Las relaciones líquidas

La desvirtuación de las relaciones de pareja han dado lugar a lo que se ha venido a denominar relaciones líquidas, esto es pasajeras, superficiales, anecdóticas, irresponsables, intrascendentes.

 Ello se vió de forma especial en la película El último tango en Paris (Bertolucci, 1972) quizás el mejor ejemplo de buscar un sexo sin consecuencias, sin teleología, sin un fin que vaya más allá de la pura actividad fisiológica. En el comienzo de la misma, el personaje de Marlon Brando le advierte a su esporádica y anónima amante que nada de intercambiarse nombres o biografías: toda su relación sexual debía ser despersonalizada, sin rostro, con el fin de evitar la formación de vínculos que despertaran sentimientos de responsabilidad hacia el otro o hacia uno mismo.

Una versión moderna de ese film es Intimidad (Patrice Chereau, 2000) basada en la novela homónima de Kureishi, que cuenta la relación de dos personas que sólo se conocen a través del sexo, por medio de  citas semanales en las que ni siquiera se hablan.

En el mismo sentido que la anterior está el film francés Pintar o hacer el amor (A. Larrieu y J.M. Larrieu, 2006) la cual nos muestra a personas de unos cuarenta años que deciden experimentar con cambios de pareja.

También Cinco veces dos (F. Ozon, 2004) que propone unas relaciones basadas en algo tan difuso como una mera atracción epidérmica. Y en España destacan Mentiras y gordas y En la ciudad (Cesc Gay, 2003) que describe perfectamente la realidad de las relaciones líquidas y sus factores, demostrando cómo a la inconsistencia de las relaciones en sí, se asocia siempre una clamorosa soledad y una profunda insinceridad.

Por su parte, Jonás y Lita (Alain Tanner, 1999) ilustra el insoportable peso de la cultura light donde todo es banal, contingente, voladizo, inconsistente y fugaz. Jonás, el protagonista, afirma: “Vosotros tuvisteis los grandes ideales y os los cargasteis. A nosotros no nos habéis dejado nada. Ahora lo que cuenta es disfrutar a secas. La clave del misterio no hay que buscarla en las religiones, ni en el esfuerzo científico, sino en la entrepierna de una mujer”.

Manifestaciones de estas relaciones líquidas son:

.el sexting: envío de imágenes de desnudos de uno mismo vía teléfono móvil o internet, normalmente ocultando el rostro.

.el speed dating: siete citas organizadas de siete minutos cada una para buscar afinidades con una pareja . Como ejemplo se puede poner la película 7 minutos (Daniela Féjerman 2009). El argumento parte de una experiencia real, inspirada en las redes de contacto de match.com. Esta empresa organiza citas de 7 minutos para hombres y mujeres que buscan pareja. Después, en su casa, a través de una web, señalan cuál ha sido su interlocutor preferido, y si coincide con la elección que ha hecho el otro, la empresa les pone en contacto.

.el toothing: sexo anónimo vía móvil o bluetooth.

.Uso de portales de internet. Como ejemplo traigo a relación Buscando un beso a medianoche (Alex Holdridge, 2008). Nos narra cómo Wilson deja un mensaje en Internet con la idea de encontrar una mujer con quien pasar el último día del año. No busca el amor, la mujer de su vida o un encuentro verdadero. Busca una noche de sexo.
2.  
     En la ciudad, de Cesc Gay

Año de producción: 2003
País: España
Dirección: Cesc Gay
Intérpretes: Alex Brendemühl, Eduard Fernandez, Mónica López, Miranda Makaroff, Maria Pujalte, Leonor Watling,  Vicenta N`Dongo
Guión: Cesc Gay, Tomás Aragay
Música: Joan  Díaz, Jordi Prats
Fotografía: Andreu Rebés

Esta es una de las películas que mejor ilustra la realidad de las relaciones líquidas y sus factores. A la inconsistencia de las relaciones en sí, se asocia siempre una gran soledad y una profunda insinceridad. Las personas se mienten a sí mismas y a los demás. La película describe las vidas afectivas de un grupo de amigos en Barcelona, a principios de este siglo. En todas ellas fluye una “liquidez dolorosa”.

Las situaciones de partida de los personajes son las siguientes. Por un lado tenemos a Tomás (Alex Brendemüth), un profesor que con casi cuarenta años ha empezado una relación con una alumna suya de dieciséis años. El está separado y tiene un hijo, y ella ha perdido la virginidad con Tomás. La película quiere subrayar esta sexualidad intergeneracional arrancando con un plano de ellos dos en la cama, y él preguntándole: “¿A qué hora tienes que ir a la escuela?”.

La chavala es la sobrina de Mario (Eduard Fernández), un arquitecto casado con una hermosa mulata llamada Sara (Vicenta Ndongo). Mario se da cuenta de que su mujer mantiene una relación adúltera con un compañero de su empresa teatral.

Sofía (Maria Pujalte) es una dependienta de una librería, está soltera y pone demasiadas esperanzas en sus relaciones esporádicas. Cuando comienza el film ella se acuesta con un editor francés del que no sabe casi nada. El está casado y tiene un hijo. Se han “enrollado” después de entablar conversación en una cena de trabajo. Y a pesar de lo fugaz de la relación, Sofía le dice a sus amigas: “Ha habido algo fuerte entre nosotros” y lo explica: “Nunca había tenido sexo oral la primera noche de enrollarnos”.

Por último hay un matrimonio, el de Manu e Irene (Mónica López), aparentemente consolidado. El es controlador aéreo y ella una ejecutiva. Tienen una hija, Marina. En seguida descubrimos que ella mantiene relaciones lésbicas puntuales. Ya ha tenido tres.

Cada trama arranca mostrando los efectos colaterales de estas relaciones líquidas. Y la mentira es el efecto principal. Por ejemplo,  cuando Tomás decide cortar con su alumna, después de semanas o meses de relaciones sexuales con ella, porque va a intentarlo de nuevo con su esposa, le dice a la chica: “Hemos tenido una relación bonita ¿no?”, ante lo cual ella se queda muda de dolor. Por lo tanto la primera mentira es la desdramatización, el “no pasa nada”.

Encarna muy bien esa falsa indolencia, ese falaz “no pasa nada” es Sara. Hablando del adulterio con Irene y Sofía, les explica –para autojustificar su adulterio- que no tiene nada de malo: “Esas historias terminan cuando  tienen que acabar, y mientras…habéis disfrutado. Te encuentras a las personas que te encuentras y no hay nada malo en aprovecharlo. Cuando se ha acabado se ha acabado”. El mismo Manu, en la misma línea, le dice a Tomás  que le va a presentar a una amiga: “Te acuestas con ella, y ya está”. Es la definición misma de la relación líquida.

Otra cara de la mentira es la de Sofía, que miente sin parar para dar una imagen. Miente para desdramatizar, para quitarle importancia a lo que la tiene, para  disimular su dolor. Ella tiene nostalgia de un compromiso estable, incluso de una familia. Pero la realidad es que está sumida en un caos afectivo y acaba saliendo con dos hombres a la vez.

Pero la gran mentira es la de Irene, y no tanto para ocultar a su marido sus affaires lésbicos, sino porque al quedarse embarazada aborta sin ni siquiera informar a su marido de su preñez.

El resultado de tanta desmembración afectiva desemboca en el fracaso humano. Irene decide abandonar a su familia. Mario, tras proponer a Sara tener hijos, en un intento desesperado de salvar su matrimonio, acaba liándose con una camarera. Pero nadie habla nunca de estas cosas, todos miran para otro lado, no comparten su dolor y quedan abandonados a su tremenda soledad. Por eso el plano final, todos comiendo alrededor de una mesa, es una gran mentira. Se entiende que uno de ellos no puede evitar estallar en lágrimas, por una vida presidida por el fingimiento.

Es una película triste y desesperanzada, donde el director sabe atrapar un pedazo de la realidad actual. Los personajes son poco personas, no dueños de sí, moviéndose al socaire de cualquier pasión o sentimiento, poco racionales. No solamente no hallarán la felicidad, sino que la vida les liará y les podrá. Harán lo que no quieren hacer porque han perdido la libertad de hacer lo que debieron hacer en su momento: respetar a sus cónyuges, respetar una vida por nacer.