lunes, 29 de julio de 2013

HISTORIA DE LO NUESTRO


Año de producción: 1999
Dirección: Rob Reiner
Intérpretes: Bruce Wilson, Michelle Pfeiffer, Rob Reiner, Rita Wilson, Tim Matheson, Jake Sandvig, Dylan Boersma, Ken Lerner
Guión: Alan Zeibel, Jessie Nelson
Música: Eric Clapton, Marc Shaiman
Fotografía: Michael Chapman

Ben y Katie llevan 15 años casados. Dijeron “si” ante el altar enamorados, con el deseo de que aquello durara “hasta que la muerte nos separe”. Pero la relación se ha ido deteriorando y, aprovechando que sus dos hijos se van a un campamento, deciden vivir separados una temporada.

Tras un noviazgo feliz, vino la realidad. La película destaca que con el paso de los años, la “enajenación mental transitoria” que, con humor, dicen los expertos que supone el noviazgo, dió lugar, por el cansancio o el aburrimiento, a una falta de comunicación entre ambos (ya no se hablaban, olvidando que la unidad que implica el matrimonio implica se basa, entre otras cosa, en el esfuerzo por comunicarse) y a darse cuenta, como si tuvieran una lupa, los defectos que, según la opinión de cada uno, tenía el otro. Ben es caótico y espontáneo y a Katie le gusta que nada falte a su control. Dejando aparte que más que defectos, se trata de que son personas muy distintas, quizás olvidaron que el “si, quiero” era incondicional, y gratuito. Que implicaba querer al otro como era e incluso que debían dar amor incluso aunque no lo recibieran (lo que no es el caso aquí, ya que ambos se siguen queriendo).

La película acaba bien, por dos razones: ven ambos cómo la hija procura unirlos y Katie se da cuenta que Ben es el que mejor la comprende. Y también por un hecho obvio. Ella ha empezado a salir con un hombre, pero ve con claridad que es incapaz de empezar de cero una nueva relación.

Es importante la relación entre el divorcio y los hijos. El carácter indisoluble del matrimonio sirve, además de proteger el amor de los esposos, para proteger el amor para los hijos: a impedir que el ambiente de amor que les hace falta para su desarrollo y felicidad se vea hecho añicos por la debilidad de uno o ambos esposos, por egoísmo o sencillamente por irreflexión. Podría, pensarse, sin embargo, que la persona que se  divorcia, puede  hacer compatible su derecho a ser feliz, dejando de vivir con su marido o su mujer, para casarse con una tercera persona y al mismo tiempo, no dañar la felicidad de sus hijos, reteniéndoles consigo. Pero lo que es cierto es que tras el divorcio, el amor de los hijos por su padre o su madre va a ser distinto. Los hijos pensarán, en el mejor de los casos, que su padre o su madre no supieron sacrificarse por ellos.

En la persona que quiere divorciarse coexisten dos fuerzas antagónicas. El deseo de separarse de su marido o de su mujer, porque ya no lo soportan o porque se han enamorado de una tercera persona y, por otro lado, la idea clara que no se puede romper el matrimonio, porque eso dañará a los hijos y dañará el amor que les tienen. En el primer caso, se piensa en sí mismo. En el segundo caso se está pensando en los hijos.

Se podría alegar que en un matrimonio roto, con continuas riñas o desaveniencias, es mejor para los hijos el divorcio. Sin embargo, para ellos, siendo malo la situación de los padres, es peor su separación.

¿Y si el padre o la madre que se quiere divorciar, o ambos, piensan que es absolutamente imposible mantener la armonía en el hogar?. Entonces llegará el momento en que tengan que poner por delante la felicidad de sus hijos y, por ellos, aunque sea duro, tratar al menos de aprender a convivir, al menos con un mínimo de armonía exterior. Y, además, para ello, contarán con la ayuda de Dios.

No vale decir que, aunque uno de los cónyuges se divorcie, seguirá queriendo a sus hijos igual que antes. Eso es olvidar que lo que ellos necesitan es el amor de sus padres juntos.

Ni tampoco argumentar que si se casan con otra persona, ésta hará de padre o de madre. Para los hijos, esto nunca será así. Puede caerles bien. Puede ser un buen amigo/a suyo. Pero nunca será un padre o una madre. Para los hijos, su padre o su madre seguirá siendo ese padre que les trata mal o esa madre que maltrata a su marido.

lunes, 22 de julio de 2013

LA PESCA DE SALMON EN YEMEN

Año: 2011
Pais: Reino Unido
Intérpretes: Ewan McGregor, Emily Blunt, Kristin Scott Thomas, Rachael Stirling, Amr  Waked
Director: Lasse Hallström
Guión: Simon Beaufoy (basada en la novela de Paul Torday)
Música: Dario Marianelli
Fotografía: Terry Stacey
 
La presencia de Gran Bretaña en zonas calientes del globo como Irak y Afganistán no contribuye precisamente a mejorar las relaciones con el mundo árabe. El primer ministro presiona para dar con algún proyecto que permita ayudar, y su eficiente jefe de prensa Patricia cree encontrarlo en un plan de un jeque multimillonario que suena a completo disparate: la introducción de la pesca de salmón en Yemen. El experto Fred Jones no cree en la idea visionaria del jeque, Yemen no reúne ninguna condición favorable, pero obligado por sus superiores se ve obligado a estudiar la viabilidad, justo en un momento en que su matrimonio atraviesa un situación delicada. Le sirve de enlace la muy competente Harriet Chettwode-Talbot, cuyo novio, militar, acaba de ser destinado en Afganistán. (Decine 21).
 
Película patética y muy políticamente correcta. Patética por la actuación de Fred, inmaduro como él solo, y políticamente correcta porque, una vez más, aparece el matrimonio basado únicamente en el sentimiento, lo que lleva, obviamente, a la propia desaparición del matrimonio.
 
Fred se enamora de de Harriet. En la película se supone que llevado, en parte, por el matrimonio "insulso" que vive. Ya ésto llama la atención: ¿hay muchos matrimonios "emocionantes" al cabo de los años?. La rutina es normal en la convivencia, y puede ser a la vez, con esfuerzo personal-entrega se llama también-ocasión para seguir enamorados, no quizás con el enamoramiento primero-que ya ha pasado, normalmente-pero si con un amor sincero basado en la libre decisión de sacar el matrimonio adelante contra viento y marea.
 
Pero aunque fuera un matrimonio feliz, quisiera o no, se hubiera enamorado también de Helen, porque le dedica unas atenciones que quizás hubiera sido prudente disminuir, a pesar de la situación anímica-muerte del novio en acción de guerra-de la protagonista. Chica guapa y dependiendo de él. Consecuencia: enamoramiento. Y es que el sentimiento no se puede controlar. Pero sí hubiera dependido de él recordar que tenía unos compromisos previos.
 
Fred hace depender exclusivamente su relación con Harriet de un sentimiento. Pero la película no nos cuenta como transcurriría su relación futura: ¿que hubiera pasado cuando la rutina se hubiera instalado entre ellos?. ¿Que pasa cuando el amor-sentimiento desaparece?. ¿Se buscaría Fred una tercera? ¿Una cuarta?.
 
O se fundamenta el matrimonio en algo sólido-el compromiso del que está dispuesto a sacar ese proyecto de futuro contra viento y marea- o el matrimonio aparecerá y desaparecerá al compás del sentimiento.
 

domingo, 7 de julio de 2013

DRIVE

Año: 2011
País: EEUU
Dirección. Nicholas Winding Refn
Intérpretes:  Ryan Gosling, Carey Mulligan, Ron Perlman, Oscar Isaac, Christina Hendricks, Albert Brooks, Tina Huang
Argumento: James Sallis (novela)
Guión: Hossein Amini
Música: Cliff Martínez
Fotografía: Newton Thomas Sigel

Un tipo lacónico y solitario, cuyo nombre jamás sabremos, experto conductor de automóviles, compagina trabajar en un taller y ser especialista de películas en Los Angeles. Pero además por las noches realiza única y exclusivamente el papel de chófer en golpes criminales, con increíble frialdad y habilidad fuera de toda duda. Aparte de su jefe en el taller, una especie de figura paterna, no parece haber demasiado lugar para el amor y los sentimientos en su vida. Hasta que se enamora de su vecina Irene, cuyo marido, un delincuente está en la cárcel, a punto de salir de la misma, y que tiene un niño, Benicio.

Película muy discutida: desde los que la consideran una película de culto hasta aquellos  que ven un "bodrio". Pero, junto con la enorme violencia que contiene, hay una gran historia de amor. Un amor del protagonista incondicional, sacrificado, sin esperar nada a cambio. No duda en ayudar al esposo ex-convicto para salvar el matrimonio de Irene y después, para protegerla, mata a todos aquellos que la amenazan. Pero no espera ningún tipo de recompensa de la protagonista: el final de la película nos muestra como se aleja de Irene.

La relación del protagonista con Irene es digna de estudio, de verdadero cine. Una relación de miradas, de gestos, de sonrisas, de actos, de intensiones. Hace falta mucho talento para plasmarlo en la pantalla. Entre ellos hay sentimientos que se demuestran, no con palabras, sino con preocupación y cariño, aunque ambos sean incapaces de exteriorizarlos.

Es, además, una película de búsqueda de la familia. El protagonista es un ser solitario que cuando encuentra a Irene y a su hijo ve en ellos la familia que no tiene. Las circunstancias, sin embargo, harán que eso no se pueda consolidar.

lunes, 1 de julio de 2013

LA EDAD DE LA INOCENCIA


Año de producción: 1993
País: EEUU
Dirección: Martin Scorsese
Intérpretes: Daniel Day-Lewis, Michelle Pfeiffer, Winona Ryder, Alexis Smith, Geraldine Chaplin, Mary Beth Hurt, Jonathan Pryce, Stuart Wilson, Richard E. Grant, Miriam Margolyes, Sian Phillips, Robert Sean Leonard.
Argumento: Edith Wharton (novella “The Age of Innocence”).
Guión: Jay Cocks, Martin Scorsese
Música: Elmer Bernstein
Fotografía: Michael Ballhaus

Newland Archer (Daniel Day- Lewis) acaba de comprometerse con May Welland (Winona Ryder). Su vida sufre un vuelco cuando irrumpe en ella la condesa Ellen Olenska (Michelle Pfeiffer), la prima de su prometida y una mujer nada convencional. Ellen se acaba de divorciar, ha vivido muchos años en Europa y no acaba de encajar en los rígidos convencionalismos que gobiernan la sociedad puritana de Nueva York. Los sentimientos de Newland se hallan divididos. Sinceramente desea ser leal a su futura mujer, de modo que se empeña en adelantar la boda. Sin embargo, ve en Mary a un ser aburrido, incapaz de mantener una conversación interesante, la perfecta dama de una sociedad que está empezando a odiar. Todo lo contrario de lo que representa Ellen, por quien se siente cada vez más atraído.

Historia de deberes y lealtades, de realismo y de sueños. La condesa renuncia, antes de que el protagonista se case, a él para no causar daño a May, su novia. No se divorcia porque es consciente del daño que causará a su familia. Después del matrimonio de Newland renunciará a él por la misma razón. Newland se enamora de ella, aunque no está claro si ama un sueño, por lo que ella representa (algo que está más allá de su aburrida vida), o es a ella misma. Quiere ser leal a May y se casa con ella. ¿Acierta?. Probablemente sí. May, con todos sus defectos, representa lo más real de su vida, aquello que aunque le aburra, no puede dejarlo. Tan es así que después de su matrimonio, no la dejará cuando ello se plantee y después de la muerte de May, ya siendo libre, no se acercará a la condesa. May, a su vez, defiende su matrimonio a capa y espada, ayudado en este caso por la familia y por toda la sociedad. ¿Por qué iba a dejar marchar a aquel de  quien estaba enamorada?.

Magnífica historia donde el deber y la lealtad (de la condesa y de Newland) priman sobre el sentimiento. Por otro lado, ¿hubiera funcionado el hipotético matrimonio de Newland y de la condesa?. Lo dudo. El está enamorado de una ilusión. May representa todo lo que es sólido y real en su vida.