1 Las
relaciones líquidas
La
desvirtuación de las relaciones de pareja han dado lugar a lo que se ha venido
a denominar relaciones líquidas, esto es pasajeras, superficiales, anecdóticas,
irresponsables, intrascendentes.
Ello se vió de
forma especial en la película El último tango en Paris (Bertolucci,
1972) quizás el mejor ejemplo de buscar un sexo sin consecuencias, sin
teleología, sin un fin que vaya más allá de la pura actividad fisiológica. En
el comienzo de la misma, el personaje de Marlon Brando le advierte a su
esporádica y anónima amante que nada de intercambiarse nombres o biografías:
toda su relación sexual debía ser despersonalizada, sin rostro, con el fin de
evitar la formación de vínculos que despertaran sentimientos de responsabilidad
hacia el otro o hacia uno mismo.
Una versión
moderna de ese film es Intimidad (Patrice Chereau, 2000) basada en la
novela homónima de Kureishi, que cuenta la relación de dos personas que sólo se
conocen a través del sexo, por medio de
citas semanales en las que ni siquiera se hablan.
En el mismo
sentido que la anterior está el film francés Pintar o hacer el amor (A.
Larrieu y J.M. Larrieu, 2006) la cual nos muestra a personas de unos cuarenta
años que deciden experimentar con cambios de pareja.
También Cinco
veces dos (F. Ozon, 2004) que propone unas relaciones basadas en algo tan
difuso como una mera atracción epidérmica. Y en España destacan Mentiras y
gordas y En la ciudad (Cesc Gay, 2003) que describe perfectamente la
realidad de las relaciones líquidas y sus factores, demostrando cómo a la
inconsistencia de las relaciones en sí, se asocia siempre una clamorosa soledad
y una profunda insinceridad.
Por su parte, Jonás
y Lita (Alain Tanner, 1999) ilustra el insoportable peso de la cultura
light donde todo es banal, contingente, voladizo, inconsistente y fugaz. Jonás,
el protagonista, afirma: “Vosotros tuvisteis los grandes ideales y os los
cargasteis. A nosotros no nos habéis dejado nada. Ahora lo que cuenta es
disfrutar a secas. La clave del misterio no hay que buscarla en las religiones,
ni en el esfuerzo científico, sino en la entrepierna de una mujer”.
Manifestaciones de estas
relaciones líquidas son:
.el sexting: envío de
imágenes de desnudos de uno mismo vía teléfono móvil o internet, normalmente
ocultando el rostro.
.el speed dating: siete
citas organizadas de siete minutos cada una para buscar afinidades con una
pareja . Como ejemplo se puede poner la película 7 minutos (Daniela
Féjerman 2009). El argumento parte de una experiencia real, inspirada en las
redes de contacto de match.com. Esta empresa organiza citas de 7 minutos
para hombres y mujeres que buscan pareja. Después, en su casa, a través de una
web, señalan cuál ha sido su interlocutor preferido, y si coincide con la elección
que ha hecho el otro, la empresa les pone en contacto.
.el toothing: sexo anónimo
vía móvil o bluetooth.
.Uso de portales de internet.
Como ejemplo traigo a relación Buscando un beso a medianoche (Alex
Holdridge, 2008). Nos narra cómo Wilson deja un mensaje en Internet con la idea
de encontrar una mujer con quien pasar el último día del año. No busca el amor,
la mujer de su vida o un encuentro verdadero. Busca una noche de sexo.
2.
En
la ciudad, de Cesc Gay
Año de
producción: 2003
País:
España
Dirección:
Cesc Gay
Intérpretes:
Alex Brendemühl, Eduard Fernandez, Mónica López, Miranda Makaroff, Maria
Pujalte, Leonor Watling, Vicenta N`Dongo
Guión:
Cesc Gay, Tomás Aragay
Música:
Joan Díaz, Jordi Prats
Fotografía:
Andreu Rebés
Esta es una de
las películas que mejor ilustra la realidad de las relaciones líquidas y sus
factores. A la inconsistencia de las relaciones en sí, se asocia siempre una
gran soledad y una profunda insinceridad. Las personas se mienten a sí mismas y
a los demás. La película describe las vidas afectivas de un grupo de amigos en
Barcelona, a principios de este siglo. En todas ellas fluye una “liquidez
dolorosa”.
Las
situaciones de partida de los personajes son las siguientes. Por un lado
tenemos a Tomás (Alex Brendemüth), un profesor que con casi cuarenta años ha
empezado una relación con una alumna suya de dieciséis años. El está separado y
tiene un hijo, y ella ha perdido la virginidad con Tomás. La película quiere
subrayar esta sexualidad intergeneracional arrancando con un plano de ellos dos
en la cama, y él preguntándole: “¿A qué hora tienes que ir a la escuela?”.
La chavala es
la sobrina de Mario (Eduard Fernández), un arquitecto casado con una hermosa
mulata llamada Sara (Vicenta Ndongo). Mario se da cuenta de que su mujer
mantiene una relación adúltera con un compañero de su empresa teatral.
Sofía (Maria
Pujalte) es una dependienta de una librería, está soltera y pone demasiadas
esperanzas en sus relaciones esporádicas. Cuando comienza el film ella se
acuesta con un editor francés del que no sabe casi nada. El está casado y tiene
un hijo. Se han “enrollado” después de entablar conversación en una cena de
trabajo. Y a pesar de lo fugaz de la relación, Sofía le dice a sus amigas: “Ha
habido algo fuerte entre nosotros” y lo explica: “Nunca había tenido sexo oral
la primera noche de enrollarnos”.
Por último hay
un matrimonio, el de Manu e Irene (Mónica López), aparentemente consolidado. El
es controlador aéreo y ella una ejecutiva. Tienen una hija, Marina. En seguida
descubrimos que ella mantiene relaciones lésbicas puntuales. Ya ha tenido tres.
Cada trama
arranca mostrando los efectos colaterales de estas relaciones líquidas. Y la
mentira es el efecto principal. Por ejemplo,
cuando Tomás decide cortar con su alumna, después de semanas o meses de
relaciones sexuales con ella, porque va a intentarlo de nuevo con su esposa, le
dice a la chica: “Hemos tenido una relación bonita ¿no?”, ante lo cual ella se
queda muda de dolor. Por lo tanto la primera mentira es la desdramatización, el
“no pasa nada”.
Encarna muy
bien esa falsa indolencia, ese falaz “no pasa nada” es Sara. Hablando del
adulterio con Irene y Sofía, les explica –para autojustificar su adulterio- que
no tiene nada de malo: “Esas historias terminan cuando tienen que acabar, y mientras…habéis
disfrutado. Te encuentras a las personas que te encuentras y no hay nada malo
en aprovecharlo. Cuando se ha acabado se ha acabado”. El mismo Manu, en la
misma línea, le dice a Tomás que le va a
presentar a una amiga: “Te acuestas con ella, y ya está”. Es la definición
misma de la relación líquida.
Otra cara de
la mentira es la de Sofía, que miente sin parar para dar una imagen. Miente
para desdramatizar, para quitarle importancia a lo que la tiene, para disimular su dolor. Ella tiene nostalgia de
un compromiso estable, incluso de una familia. Pero la realidad es que está
sumida en un caos afectivo y acaba saliendo con dos hombres a la vez.
Pero la gran
mentira es la de Irene, y no tanto para ocultar a su marido sus affaires
lésbicos, sino porque al quedarse embarazada aborta sin ni siquiera informar a
su marido de su preñez.
El resultado
de tanta desmembración afectiva desemboca en el fracaso humano. Irene decide
abandonar a su familia. Mario, tras proponer a Sara tener hijos, en un intento
desesperado de salvar su matrimonio, acaba liándose con una camarera. Pero
nadie habla nunca de estas cosas, todos miran para otro lado, no comparten su
dolor y quedan abandonados a su tremenda soledad. Por eso el plano final, todos
comiendo alrededor de una mesa, es una gran mentira. Se entiende que uno de
ellos no puede evitar estallar en lágrimas, por una vida presidida por el
fingimiento.
Es una
película triste y desesperanzada, donde el director sabe atrapar un pedazo de
la realidad actual. Los personajes son poco personas, no dueños de sí,
moviéndose al socaire de cualquier pasión o sentimiento, poco racionales. No
solamente no hallarán la felicidad, sino que la vida les liará y les podrá.
Harán lo que no quieren hacer porque han perdido la libertad de hacer lo que
debieron hacer en su momento: respetar a sus cónyuges, respetar una vida por
nacer.