lunes, 20 de julio de 2015

DOS DIAS, UNA NOCHE

Año: 2014
País: Bélgica
Dirección: Jean-Pierre Dardenne, Luc Dardenne
Intérpretes: Marion Cotillard, Fabrizio Rongione, Catherine Salée, Olivier Gourmet, Christelle Cornil, Pili Groyne, Simon Caudry, Batiste Sornin
Guión: Jean-Pierre Dardenne, Luc Dardenne
Fotografía: Alain Marcoen

Sandra ha estado de baja por depresión en la fábrica donde está empleada. Casada y con dos hijos, cuando ya medianamente recuperada está a punto de reincorporarse al trabajo, se lleva una desagradable sorpresa: sus compañeros han sido presionados para votar entre un incentivo en forma de sustanciosa prima, y la eliminación de su puesto de trabajo, ganando la primera opción, que les ayudaría a resolver muchos problemas económicos. Como el modo de hacer ha sido algo heterodoxo, su jefe concede a Sandra la oportunidad de que el lunes se vuelva a votar la propuesta. De modo que dispone de un fin de semana para hablar con cada uno individualmente y persuadirles de que apuesten por la conservación de su puesto de trabajo.

Aunque en algún momento la película es algo aburrida ya que en definitiva no es más que presentar las distintas visitas que Sandra hace a los diferentes trabajadores, hay que reconocer, no obstante, que los Dardenne saben ofrecer estupendas variaciones sobre el mismo tema, un verdadero dilema ético, y cada caso es cada caso: se puede plantear una llamada telefónica, una conversación con padre e hijo empleados de la fábrica, o con un trabajador o su cónyuge, puede haber reacciones destempladas, pragmáticas, decepcionantes, de puro amor...Se nos ofrece un abanico completo de cómo el ser humano responde ante las necesidades del prójimo, confrontándolas con las suyas propias, y tomando decisiones muy comprensibles, pero, por supuesto unas mejores que otras, de más categoría humana, porque se hacen en conciencia, con magnanimidad y sin darse importancia.

Sandra no hubiera podido hacer nada sin su paciente y enamorado marido. Ella, en el fondo, no es más que una depresiva, sin  ganas de luchar, pero que empujada por el amor de él y el de sus hijos está dispuesta a no rendirse. Sin embargo, tiene sus desalientos, su intento de suicidio, pero ahí está su marido para empujar, para animar, para comprenderla, para aceptarla tal como es. 

El final es espléndido: Sandra renuncia al puesto de trabajo y de esa manera evita que echen a a uno de sus compañeros, que la había apoyado. Sin embargo, aunque parezca lo contrario, Sandra no pierde y -ello se ve de manera palpable en la película- se convierte en una mejor persona. Su generosidad, el no pensar en ella y sí en el compañero, hace que ya no sea la Sandra del comienzo del film. El amor, el afecto, el apoyo de su marido, hace que su matrimonio se compacte, se fortalezca. Los dos cumplen literalmente lo que se prometieron cuando se casaron: <<amarse a las duras y a las maduras>>, especialmente en este caso, lo primero.

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