domingo, 13 de agosto de 2017

LOVING-Loving

Año: 2016
Países: EEUU, Reino Unido
Dirección: Jeff Nichols
Intérpretes: Joel Edgerton, Ruth Negga, Marton Csokas, Michael Shannon, Alano Miller, Nick Kroll, Bill Camp, Jon Bass, David Jensen
Guión: Jeff Nichols
Música: David Wingo
Fotografía: Adam Stone

La historia real de Mildred y Richard Loving, una pareja que se casó en Virginia en 1958. Debido a la naturaleza interracial de su matrimonio, fueron arrestados, encarcelados y exiliados. Durante una década la pareja luchó por su derecho a regresar a casa.

Una película delicada, sobria, creíble. Un drama humano basado en hechos reales. Pero no un drama a lo grande: es un drama íntimo, doméstico. Es una historia de lo cotidiano, de un hombre y una mujer que se aman tiernamente, se casan y constituyen una familia, tienen tres hijos a los que sacan adelante con su trabajo y de este modo procuran ser felices en su hogar. 

Pero él es blanco y ella negra. Sin quererlo ni beberlo, esta pareja se convertirá en símbolo de la igualdad en los Estados Unidos, al luchar para que su matrimonio sea reconocido, como así lo hará el Tribunal Supremo. Pero lo bueno de todo ésto es la sencillez de Richard y Mildred, que no tienen sensación alguna de estar contribuyendo a cambiar la historia y dejar huellas. Es fantástica la figura del marido, hombre sencillo, en apariencia tosco, parco en palabras, pero que tiene clara una cosa: quiere a Mildred, quiere a sus hijos, desea cuidarlos y procurar su bienestar. Entiende que no hace mal a nadie y no comprende que la policía y el juez no les deje tranquilos (Aunque la clave se halla en el convencimiento que tienen muchos en la película que Dios ha querido la separación de blancos y negros, por eso los ha creado de distintas razas). Mildred ama profundamente a su marido, es atenta con sus familiares, cría a sus niños y sabe abrir serenamente la puerta que podría resolver  judicialmente sus problemas.

Pero ésta no es una historia grandiosa. Es la historia de amor de una familia, atravesada de detalles y sucesos corrientes: el trabajo de Richard en la construcción, su afición al motor y las carreras de coches, las cervezas con sus amigos negros, ver la televisión con su mujer, los juegos de los niños en la calle. Aquí el protagonismo es cosa de dos. Los rostros de Richard y Mildred reflejan todo el dolor, todo el miedo, el hastío, la esperanza y, sobre todo, el cariño. Un amor puesto a prueba que sobrevive a las peores inclemencias, que resiste al tiempo y la barbarie gracias a una sola determinación, la de permanecer siempre juntos. Al final, ella dice de él, precioso resumen de una vida: ¡Cuidó de mí!. La interpretación impávida de Edgerton hace creer que Loving es un inútil, pero en realidad su objetivo es la cuerda floja que sostiene la película: cuidar de su matrimonio.

Y es la historia de la familia de ellos, sobre todo los padres y hermanos de ella, dispuestos a apoyarles en todo y para todo. Una vez más, la familia se convierte en la red de seguridad que nos proporciona la vida y, sin ella, el mundo sería durísimo y más en este  caso, en  que los Loving están continuamente con un pie en la cárcel y el otro en el exilio (de su lugar habitual).

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