lunes, 14 de octubre de 2013

EN LA CIUDAD



1   Las relaciones líquidas

La desvirtuación de las relaciones de pareja han dado lugar a lo que se ha venido a denominar relaciones líquidas, esto es pasajeras, superficiales, anecdóticas, irresponsables, intrascendentes.

 Ello se vió de forma especial en la película El último tango en Paris (Bertolucci, 1972) quizás el mejor ejemplo de buscar un sexo sin consecuencias, sin teleología, sin un fin que vaya más allá de la pura actividad fisiológica. En el comienzo de la misma, el personaje de Marlon Brando le advierte a su esporádica y anónima amante que nada de intercambiarse nombres o biografías: toda su relación sexual debía ser despersonalizada, sin rostro, con el fin de evitar la formación de vínculos que despertaran sentimientos de responsabilidad hacia el otro o hacia uno mismo.

Una versión moderna de ese film es Intimidad (Patrice Chereau, 2000) basada en la novela homónima de Kureishi, que cuenta la relación de dos personas que sólo se conocen a través del sexo, por medio de  citas semanales en las que ni siquiera se hablan.

En el mismo sentido que la anterior está el film francés Pintar o hacer el amor (A. Larrieu y J.M. Larrieu, 2006) la cual nos muestra a personas de unos cuarenta años que deciden experimentar con cambios de pareja.

También Cinco veces dos (F. Ozon, 2004) que propone unas relaciones basadas en algo tan difuso como una mera atracción epidérmica. Y en España destacan Mentiras y gordas y En la ciudad (Cesc Gay, 2003) que describe perfectamente la realidad de las relaciones líquidas y sus factores, demostrando cómo a la inconsistencia de las relaciones en sí, se asocia siempre una clamorosa soledad y una profunda insinceridad.

Por su parte, Jonás y Lita (Alain Tanner, 1999) ilustra el insoportable peso de la cultura light donde todo es banal, contingente, voladizo, inconsistente y fugaz. Jonás, el protagonista, afirma: “Vosotros tuvisteis los grandes ideales y os los cargasteis. A nosotros no nos habéis dejado nada. Ahora lo que cuenta es disfrutar a secas. La clave del misterio no hay que buscarla en las religiones, ni en el esfuerzo científico, sino en la entrepierna de una mujer”.

Manifestaciones de estas relaciones líquidas son:

.el sexting: envío de imágenes de desnudos de uno mismo vía teléfono móvil o internet, normalmente ocultando el rostro.

.el speed dating: siete citas organizadas de siete minutos cada una para buscar afinidades con una pareja . Como ejemplo se puede poner la película 7 minutos (Daniela Féjerman 2009). El argumento parte de una experiencia real, inspirada en las redes de contacto de match.com. Esta empresa organiza citas de 7 minutos para hombres y mujeres que buscan pareja. Después, en su casa, a través de una web, señalan cuál ha sido su interlocutor preferido, y si coincide con la elección que ha hecho el otro, la empresa les pone en contacto.

.el toothing: sexo anónimo vía móvil o bluetooth.

.Uso de portales de internet. Como ejemplo traigo a relación Buscando un beso a medianoche (Alex Holdridge, 2008). Nos narra cómo Wilson deja un mensaje en Internet con la idea de encontrar una mujer con quien pasar el último día del año. No busca el amor, la mujer de su vida o un encuentro verdadero. Busca una noche de sexo.
2.  
     En la ciudad, de Cesc Gay

Año de producción: 2003
País: España
Dirección: Cesc Gay
Intérpretes: Alex Brendemühl, Eduard Fernandez, Mónica López, Miranda Makaroff, Maria Pujalte, Leonor Watling,  Vicenta N`Dongo
Guión: Cesc Gay, Tomás Aragay
Música: Joan  Díaz, Jordi Prats
Fotografía: Andreu Rebés

Esta es una de las películas que mejor ilustra la realidad de las relaciones líquidas y sus factores. A la inconsistencia de las relaciones en sí, se asocia siempre una gran soledad y una profunda insinceridad. Las personas se mienten a sí mismas y a los demás. La película describe las vidas afectivas de un grupo de amigos en Barcelona, a principios de este siglo. En todas ellas fluye una “liquidez dolorosa”.

Las situaciones de partida de los personajes son las siguientes. Por un lado tenemos a Tomás (Alex Brendemüth), un profesor que con casi cuarenta años ha empezado una relación con una alumna suya de dieciséis años. El está separado y tiene un hijo, y ella ha perdido la virginidad con Tomás. La película quiere subrayar esta sexualidad intergeneracional arrancando con un plano de ellos dos en la cama, y él preguntándole: “¿A qué hora tienes que ir a la escuela?”.

La chavala es la sobrina de Mario (Eduard Fernández), un arquitecto casado con una hermosa mulata llamada Sara (Vicenta Ndongo). Mario se da cuenta de que su mujer mantiene una relación adúltera con un compañero de su empresa teatral.

Sofía (Maria Pujalte) es una dependienta de una librería, está soltera y pone demasiadas esperanzas en sus relaciones esporádicas. Cuando comienza el film ella se acuesta con un editor francés del que no sabe casi nada. El está casado y tiene un hijo. Se han “enrollado” después de entablar conversación en una cena de trabajo. Y a pesar de lo fugaz de la relación, Sofía le dice a sus amigas: “Ha habido algo fuerte entre nosotros” y lo explica: “Nunca había tenido sexo oral la primera noche de enrollarnos”.

Por último hay un matrimonio, el de Manu e Irene (Mónica López), aparentemente consolidado. El es controlador aéreo y ella una ejecutiva. Tienen una hija, Marina. En seguida descubrimos que ella mantiene relaciones lésbicas puntuales. Ya ha tenido tres.

Cada trama arranca mostrando los efectos colaterales de estas relaciones líquidas. Y la mentira es el efecto principal. Por ejemplo,  cuando Tomás decide cortar con su alumna, después de semanas o meses de relaciones sexuales con ella, porque va a intentarlo de nuevo con su esposa, le dice a la chica: “Hemos tenido una relación bonita ¿no?”, ante lo cual ella se queda muda de dolor. Por lo tanto la primera mentira es la desdramatización, el “no pasa nada”.

Encarna muy bien esa falsa indolencia, ese falaz “no pasa nada” es Sara. Hablando del adulterio con Irene y Sofía, les explica –para autojustificar su adulterio- que no tiene nada de malo: “Esas historias terminan cuando  tienen que acabar, y mientras…habéis disfrutado. Te encuentras a las personas que te encuentras y no hay nada malo en aprovecharlo. Cuando se ha acabado se ha acabado”. El mismo Manu, en la misma línea, le dice a Tomás  que le va a presentar a una amiga: “Te acuestas con ella, y ya está”. Es la definición misma de la relación líquida.

Otra cara de la mentira es la de Sofía, que miente sin parar para dar una imagen. Miente para desdramatizar, para quitarle importancia a lo que la tiene, para  disimular su dolor. Ella tiene nostalgia de un compromiso estable, incluso de una familia. Pero la realidad es que está sumida en un caos afectivo y acaba saliendo con dos hombres a la vez.

Pero la gran mentira es la de Irene, y no tanto para ocultar a su marido sus affaires lésbicos, sino porque al quedarse embarazada aborta sin ni siquiera informar a su marido de su preñez.

El resultado de tanta desmembración afectiva desemboca en el fracaso humano. Irene decide abandonar a su familia. Mario, tras proponer a Sara tener hijos, en un intento desesperado de salvar su matrimonio, acaba liándose con una camarera. Pero nadie habla nunca de estas cosas, todos miran para otro lado, no comparten su dolor y quedan abandonados a su tremenda soledad. Por eso el plano final, todos comiendo alrededor de una mesa, es una gran mentira. Se entiende que uno de ellos no puede evitar estallar en lágrimas, por una vida presidida por el fingimiento.

Es una película triste y desesperanzada, donde el director sabe atrapar un pedazo de la realidad actual. Los personajes son poco personas, no dueños de sí, moviéndose al socaire de cualquier pasión o sentimiento, poco racionales. No solamente no hallarán la felicidad, sino que la vida les liará y les podrá. Harán lo que no quieren hacer porque han perdido la libertad de hacer lo que debieron hacer en su momento: respetar a sus cónyuges, respetar una vida por nacer.

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