Año: 2011
País: Bélgica
Dirección: Jean Pierre Dardenne, Luc Dardenne
Intérpretes: Cécile de France, Thomas Doret, Jérémie Renier
Guión: Jean- Pierre Dardenne, Luc Dardenne
Cyril, un niño de 12 años, cuyo
padre le ha dejado en un centro de acogida (no sabemos que ha sido de la
madre), es acogido los fines de semana por Samantha.
La ausencia del padre, que le
rechaza, provoca en el niño una auténtica situación de desesperación. Incluso
intenta autolesionarse en un momento determinado de la película en que su padre
le dice que no quiere saber nada con él. Necesita el cariño y el afecto de su
padre y éstos le son negados con absoluta crueldad y egoísmo por el padre, que
intenta rehacer su vida con una mujer, y para quien el niño es un estorbo. Solo
Samantha, que le acogerá, será capaz de darle un amor maternal que le podrá
serenar.
Es fácil pensar hasta que punto
un niño/a necesita la presencia de sus padres, presencia que se rompe en un
divorcio, aunque haya visitas o incluso custodia compartida. El niño o la niña
necesitan al cien por cien el amor de sus padres. Un divorcio en que el padre
rechace al hijo dará lugar a la misma situación que se plantea en la película.
O incluso en el caso que no haya este rechazo-el padre ve al hijo
periódicamente-siempre dará lugar, en el hijo, a una sensación de vacío
interior: el hijo necesita el cariño de sus padres juntos, no el de ambos por
separado.
Es fuerte la actitud del padre en
la película: no quiere saber nada de su hijo porque le estorba para iniciar
otra relación. Y sin embargo, ello es muy actual hoy, quizás más en los varones
que en las mujeres. Muchos ya no quieren saber gran cosa de sus hijos: les
molestan. No importa que sus hijos puedan sufrir: eso no cuenta. No es fácil
entender una aparente felicidad que se fundamenta en el olvido de los hijos que
se tuvo en una relación anterior.
Han cambiado las cosas: antes,
muchos matrimonios no se separaban por no hacer sufrir a sus hijos. A su propio
bienestar, anteponían la felicidad de sus hijos. Hoy, es al revés. No importa
hacer sufrir a los hijos. Son, digamos así, daños colaterales.
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