lunes, 22 de junio de 2015

GRACE DE MONACO

Año: 2014
Países: Bélgica, EEUU, Francia, Italia
Dirección: Oliver Dahan
Intérpretes: Nicole Kidman, Parker Posey, Tim Roth, Milo Ventimiglia, Paz Vega, Frank Langella, Derek Jacobi, Geraldine Somerville, Robert Lindsay, Roger Ashton-Griffiths
Guión: Arash Amel
Fotografía:Eric Gautier

Grace Kelly es una gran estrella de cine con una brillante carrera cuando contrae matrimonio con el Príncipe Rainiero de Mónaco en 1956. Seis años más tarde, mientras su matrimonio está pasando por serias dificultades, Alfred Hitchcock le ofrece la oportunidad de volver a Hollywood para hacer el papel de Marnie en su próxima película. Al mismo tiempo Francia amenaza con anexionarse Mónaco. Grace, desolada, se ve obligada a elegir entre la llama creativa que aún arde dentro de ella y su papel como su Alteza Serenísima, la Princesa de Mónaco.

Dejando aparte lo fantasioso del guión, la película se ve con agrado, aunque la crítica la ha vapuleado. Pero entrando en lo que es objeto de este blog, la situación para Grace Kelly es clara: atenerse a la estricta realidad de las cosas. ¿Y cual es esta realidad?. Que cuando se casó con Rainiero, adquirió el compromiso de entregarse a su marido, aceptando todo lo que ello conllevaba, que no era poco: convertirse en la soberana de Mónaco, hacerse amar por el que era ya su pueblo, y, sobre todo, renunciar a todo lo que para ella había sido lo más importante: ser una actriz de fama internacional. Pero había más renuncias: tenía que dejar de ser norteamericana, olvidarse de su cultura para adoptar la cultura de su marido y el papel de princesa. Fueron muchas renuncias, como las que hacen todos los matrimonios que quieren ser duraderos y felices. ¿Lo consiguió?. Sabemos que murió en un accidente de tráfico, siendo princesa de Mónaco y que su marido apenas pudo soportar su muerte. Ese matrimonio, fundamentado en las renuncias de ella ( y suponemos también que en las de él), duró y aquí se puede decir literalmente, "hasta que la muerte los separó".

La famosa sentencia "Fueron felices y comieron perdices" es cierta en un contexto claro: vivir el día a día, dejarse de ensoñaciones fantasiosas, y aceptar y  amar al cónyuge como es, con sus virtudes, sus defectos y sus circunstancias.

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