Año: 2003
País: EEUU,
Francia
Dirección: James Ivory
Intépretes:
Kate Hudson, Glenn Close, Naomi Watts, Stockard Channing, Jean-Marc Barr,
Leslei Caron, Roman Duris, Stephen Fry.
Argumento: Diane Johnson (Novela “Le Divorce”).
Guión: Ruth Prawer Jhabvala, James Ivory
Música: Richard Robbins
Fotografia: Pierre Lomme
Isabel (Kate Hudson) y Roxy (Naomi Watts) Walker son dos hermanas,
norteamericanas, que se quieren mucho. Tanto que la primera viaja a Francia dispuesta a
pasar una temporada con la segunda, que está casada con un francés. Pero nada
más llegar, Isabel se encuentra un desagradable asunto: el marido de Roxy la
acaba de dejar; se ha enamorado sin atender a razones de peso, como la de que
su esposa está embarazada. Así las cosas, mientras Roxy se plantea el divorcio,
Isabel conoce a un diplomático francés, casado y mayor, con el que vive una aventura.
Contrasta el personaje de Roxy con el de su hermana y su marido.
Roxy no quiere concederle a su marido el divorcio por principio, piensa que
marido y mujer son dos en uno, y hace afirmaciones como “cuando se quiere de
verdad, no existe la libertad”, para manifestar su rechazo al divorcio. Asi
mismo, cuando ve que su hermana se enamora del diplomático, le hace reflexionar
acerca de si aquello es lo más conveniente para ella.
Roxy es, pues, plenamente consciente de la entrega que supone el
matrimonio, que les hace ser uno y, a la vez, el divorcio no es una ligereza:
significa cortarla por la mitad a ella. Por eso el divorcio duele tanto. Y pone
en guardia a su hermana sobre el peligro de que el amor sea puro sentimiento
que tarde o temprano acabará: tiene que pensar que esa aventura con el
diplomático no la lleva ninguna parte.
El papel del marido es propio del que ha perdido la cabeza y se
deja llevar exclusivamente por la pasión, sin tener para nada en cuenta el
tremendo dolor que le ha causado a Roxy. Dice que quiere a su mujer, pero no
puede hacer nada para evitar estar enamorado de otra. De ahí que la abandone.
Es claro que puede haberse enamorado de otra. Esto le puede suceder a cualquiera.
Pero no es verdad que eso lleve necesariamente a abandonarla. Su compromiso
hace que deba estar con su mujer. El otro enamoramiento ya pasará –aunque deje
huella- pero su sitio está en su hogar.
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