lunes, 16 de junio de 2014

INTIMO Y PERSONAL

Año: 1996
País: EEUU
Dirección: Robert Redford, Michelle Pfeiffer, Stockard Channing, Joe Mantegna, Kate Nelligan, Glenn Plummer, James Rebhorn, Miguel Sandoval, Scott Bryce
Argumento: Alanna Nash (inspirado en el libro <<Golden Girl: The Story of Jessica Savitch>>)
Guión: Joan Didion, John Gregory Dunne
Música: Thomas Newman
Fotografía: Karl Walter Lindenlaub

Robert Redford y Michelle Pfeiffer protagonizaron en 1996 esta película, mezcla de historia de amor y estudio de la agitada vida de la profesión periodística. No cabe duda que entre ambos hubo química y el espectador es testigo de un gran  duelo interpretativo. Además, fue inolvidable la canción <<Because you love me>>.

Pero yo no me quería detener en la vida periodística de ambos, sino en su historia de amor, no en vano los críticos dicen que es una de las películas de amor más recordadas. Así, una mañana, Tally (Michell Pfeiffer) le dice a Warren, el personaje que interpreta Robert Redford: <<Cásate conmigo. Te quiero junto a mí por las mañanas. Quiero saber que estás obligado legalmente a estar allí>>.

Cualquiera puede decir: <<¿A que viene ésto?. ¿No están viviendo ya juntos?. ¿Para qué casarse?>>. Pero es que Tally tiene claro que no es lo mismo convivir que comprometerse. No es lo mismo despertarse por la mañana y encontrarse con que Warren ha desaparecido y seguramente se ha ido a la francesa ( o con una francesa) que saber que por las mañanas se lo va a encontrar, un poco legañoso y somnoliento, quizás, porque tiene la obligación de estar a su lado. Warren, por el matrimonio, se compromete a estar allí y, si es honrado, allí estará.

¿Es ésto poco romántico?. Pues la verdad es que sí. Pero qué seguridad da a ambos cónyuges el compromiso. Y no digamos nada si ese compromiso es para siempre. Saber que por ese <<para siempre>> ambos cónyuges lucharán con todas sus fuerzas ( y si son católicos, con las fuerzas de Dios) para sacar adelante su matrimonio.

<<Comieron perdices y vivieron felices>> era el final de muchas historias. Lo de las perdices no se de donde viene, pero la segunda parte de la frase sí que es verdad, cuando se tiene claro que ello es fruto de una lucha diaria de cada cónyuge para superar la monotonía de los días, la rutina, la hipoteca, la barriga de él y las arrugas de ella, los hijos adolescentes que les miran perdonándoles la vida y, cuando son ancianitos, el alzheimer de cualquiera de ellos. Todo ésto es consecuencia de un sí que se dieron muchos años atrás.

¿Es ésto un ideal?. Ni por casualidad. Basta ver la cantidad de matrimonios que ven en su compromiso de amor lo más serio de su vida. Si tantos lo viven, ¿por qué no los demás?. Porque vemos que hay muchos divorcios, muchas parejas que se rompen. Es verdad, pero también lo primero es cierto. Luego no es un ideal. Un ideal es aquello que debería ser, pero no es. Un algo inalcanzable. Y ésto no sucede en tantos matrimonios que ven en su compromiso, obligaciones, ciertamente, pero obligaciones que garantizan su amor, su estabilidad y su seguridad.

No es éste el sitio para hablar de los motivos por los que muchos matrimonios se rompen. Pero siempre me ha parecido que muchos de los que se casan son Peter Pan, personas que no han crecido, que no han madurado. No saben asumir el compromiso que supone el matrimonio y son tan niños que piensan que la vida de casados es un camino de rosas, desconociendo que se pueden encontrar con que la costumbre de su cónyuge de no poner el tapón a la pasta dentrífica les puede sacar de quicio. Pero los cónyuges maduros no pedirán el divorcio (de hecho, ya ha sucedido) porque se comprometieron a aceptar a su mujer o a su marido como eran en el momento del matrimonio y como lo serán en la ancianidad.

 


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